miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ansias.

Ansias de desahogarme, de volver a escribir, de volver a dar tumbos por mi conciencia.

El frío me mata, y cerca de mí hay un coche en el que no para de sonar la alarma. El frío se apodera de mí y el sonido de la alamrma me taladra el oído, pero no van a poder conmigo porque hoy NECESITO desahogarme.

Ni siquiera sé por dónde empezar ni qué decir. Bueno sí, una cosa:

Se me hace insoportable ver gente descorazonada. La veo constantemente, en un día normal, y se me parte el alma. Se me parte el alma porque la mirada perdida e inundada de lágrimas de una persona - en el metro, en la calle, en un parque o en tu propia casa- es la mayor desgracia que te pueda pasar. Eso, y no saber cómo ayudarles. Y siento constantemente impotencia. Me gustaría decirles las palabras adecuadas para que se les olviden las desgracias por un momento. Y no encuentro ni las palabras, ni el momento, ni el valor para decírselo. Confío en que algún día lo consiga. Lo ideal sería que no hubiera gente descorazonada. La más grande de las utopías. Pero sin utopías no hay esperanza.

Cada vez está bajando más la temperatura, y ha empezado a llover un poco. La alarma del coche vuelve a sonar por momentos, intentando desconcentrarme, pero no lo consigue.

Otra cosa que no soporto:

La sensación eventual de incomodidad que tengo hacia este lugar. No es que no me guste, al contrario, aquí he pasado toda mi vida y no lo olvidaré. Pero a veces me ahogo en esta ciudad. Me gustaría viajar por todo el mundo, vivir en la playa, conocer nuevas experiencias. Y, como siempre, estas son las cosas que toda persona queire hacer cuando es joven, y no lo hacen. Y encima, con el paso del tiempo, se convencen de que esos sueños eran tonterías de niñ@s. Y eso me inquieta. Me inquieta saber que yo podría acabar así. Y me da un miedo terrible. Y quiero moverme ya, y hacer todo eso.

Siento el frío en los huesos pero la alarma del coche ha dejado de sonar. Prefería la temperatura de antes y la alarma estridente del coche a la temperatura que hace ahora.

Pero siempre hay cadenas invisibles a las que te atas, porque es cierto que las aprecias. Sabes que probablemente por romperlas durante un tiempo no vas a perderlas, pero siempre piensas que sí podría pasar, y prefieres encadenarte a ellas porque son lo que más amas en tu vida, porque son tu vida. Pero... ¿y las ganas de viajar por todo el mundo, vivir en la playa y conocer nuevas experiencias? He aquí un pequeño dilema. Porque no quiero romper las cadenas de los que me rodean y también quiero volar por mí misma.

No soporto este frío, tengo los labios morados, y no siento la mayor parte de mi cuerpo. Tengo las extremidades entumecidas.

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